La lluvia de un verano mezquino en Lima [como el Sol] es una chica escurridiza, de ese tipo que debes dejar de darle bola, como a aquella "emo chic" -cual novela de Stieg Larsson: "Los hombres que no amaban a las mujeres"-, que durante años el personaje principal, Mikael Blomkvist, la vio platónicamente en un bar y le bastó a éste no darle su carne y sus huesos para que ella comenzará a amarle y que él debió dejar para que ella sea feliz. 

"Chico tonto" te dirá Lima...muy tonto quizás. 

En la cuidad gris, la más gris del mundo [quizás más oscura que Londres], el Sol sólo vive 2 ó 3 meses del año a lo más, arrancando una sensación fagocitaria de ceviches y cervezas en un mar gélido, con playas ventosas, desérticas y de arena negra, muy lejanas a los pósters de playas tropicales del Caribe que aparecen como opción de vacaciones de los nuevos burgueses de Lima...¿y lluvia? eso es sólo una chispeante y desesperada forma en la que Lima -por 10 meses-, nos deja sentir pequeñas tachuelas llamadas "garúa". Pero hoy, en este verano sin verano de Lima, ésta nos regala una lluvia franca, fuerte, resonadora, como NO es Lima... 

Hace 2,500 años y escapando del el rodillo de los emperadores del Cusco, pobladores yungas venidos del norte, de prosapia Lambayec o Mochica, en su mayoría pescadores, ganaderos de camélidos y tejedores del valle del Rímac cayeron en cuenta de ello y decidieron construir ciudades de barro, enjaezadas de murales multicolores y oro; y a falta de agua crearon acequias que hasta ahora riegan esta cuidad como el riachuelo Surco, Huatica o Huaycoloro que aún nos hablan de esos tiempos pese al caótico tráfico, nos hablan tanto como las huacas que rodean el casco urbano, sólo que nosotros no queremos escucharlas, ni a ellas ni a Lima porque ella [Lima] nos habla todos los días, sólo que no queremos escucharla. 

Más tarde el marqués Pizarro, el conquistador iletrado vio que lo único que Lima tenía era neblina y un puerto cercano para enviar el oro del Inca a Europa y con esto solventar la primera gran híper inflación de la historia económica del mundo y acuñar como moneda la frase "Vale un Perú" que sonó en toda Europa desde París, pasando por Munich hasta Moscú en el siglo XVI y hacer de Lima la "Joya de la Corona Española" en el Siglo de Oro. Pizarro y la administración española la llenó de Iglesias con torres espectaculares que se levantan con matemática exactitud que recuerda sucesión de Fibonacci y arte morisco impecable, pero lúgubres al fin y al cabo; también hubo palacios pintarrajeados con colores vivaces para compensar el cielo color "panza de burro", los descendientes criollos traducidos en duques, condes y marqueses tristes, ricos pero tristes, comprendieron que Lima además de sensual, ociosa y cándida, era una cuidad sin esfuerzos y paradójicamente risueña y coqueta, bañada en tardes de toros, caballos de paso, pisco, escándalos y amoríos; Por eso los limeños modernos, seamos o no de Lima, seamos o no descendientes de esos limeños llamados "del pelo" o espectaculares inmigrantes del interior, somos "cazadores del Sol" durante los tenebrosos meses de invierno.

Ahora , en esta madrugada de verano llueve y con esto Lima es más extraña aún porque como bien mencionó Herman Melville en su Moby Dick "...lo que hace que Lima, la 'sin lágrimas', sea la más extraña y triste ciudad que usted pueda ver". Pero quizás no todo esté perdido en Lima, ni tan siquiera la escurridiza lluvia porque igualmente puede ser una ciudad total, cosmopolita, rica en diversidad cultural y racial, donde todos podamos vivir sin rejas ni muros, ni playas "exclusivas" y cercadas; cosa que Melville nuevamente puso en boca en un personaje de su monumental novela: "No hace falta viajar, todo el Mundo es Lima" [Moby Dick, Capítulo XXIII].

[Escrito en Lima, una madrugada lluviosa de verano, enero 2014]