La verdadera divergencia de la propuesta de la despenalización del aborto por violación, no se encuentra tanto orientada en el ejercicio de la fe por parte de la derecha católica (sí, existe esto y no es cosa manida) versus el “pragmatismo” de sectores a favor de la iniciativa, entre ellos, una sección del catolicismo que cree –cómo no- en la defensa de la vida tanto como en los derechos humanos. Esto sería simplón. 

La discrepancia, en realidad, aterriza en el terreno de lo legal o paralegal. Al menos, esa es la primera lectura. Ya después, se habla de fe. El nudo está en el hecho de que la primera facción, separa el aborto terapéutico (válido por cierto en la legislación local) del aborto en caso de violación. No obstante esta orilla “teme” a la palabra “divorcio” (tanto como culo, polla y tetas), no duda en usarla para separar ambas prácticas. Y yendo más allá de esta desunión, las considera incompatibles por su naturaleza

El argumento más usado tiene que ver con el hecho de que al terapéutico no se le debe cuestionar: se trata de escoger entre la vida de la madre y la del niño por nacer ante una situación límite, en tanto en el aborto y posterior gestación producto de un escenario de violencia sexual, no existe tal cosa como “el peligro de muerte de uno de los dos actores”. Siendo así que la mujer o niña, objeto de esta violencia DEBE y TIENE que gestar, impidiéndole el respectivo derecho a interrumpir la gravidez.

Pero, en términos reales ¿existe tan diferencia? 


QUÉ DICEN LOS QUE ESTÁN A LA "DERECHA" DE DIOS

Esta premisa usada por sectores conservadores la leímos hace unas semanas en tribunas como el portal Altavoz y vino de la mano de una abogada y un colaborador. La primera vinculada o mejor dicho educada –cómo debe ser- por el Opus Dei. Ambos columnistas, del mismo apellido. Pero esto, sólo como anécdota. Vayamos a lo dicho.

En sus respectivos espacios y desde el portal, enfatizaron los opinantes esto de que el aborto terapéutico es una gran excepción en la praxis impeditiva y que en este caso extremo no se ejerce, de ninguna manera, “asesinato alguno” a un ser por venir; en tanto la gestación de un embrión resultado –por ejemplo- de la intrusión y ulterior violación de un pariente en el dormitorio de una niña y la posterior interrupción de este embarazo, sí es homicidio

No pues, no son lo mismo, sugieren. El primero no es pecado, sugieren de nuevo; y es aprobado por Monseñor Cipriani, vuelven a sugerir. El segundo, anatema. Cierra. 

Añadiendo en esta visión un INRI curioso e interesante: que la aprobación de la iniciativa ciudadana a favor del aborto por violación (dada de baja por nuestro fallido ecosistema congresal), daría pie a una suerte de orgía generalizada, un “todos a follar que el mundo se va a acabar”, una ley –que de haberse aprobado- hubiera llenado al católico Perú de una arrechura y cachondeo sólo comparable a Sodoma y Gomorra en happy hour. Porque el sexo, en la concepción de ambos, es probablemente pecado.

“Porque el verdadero propósito de este proyecto es legalizar el aborto generalizado, aprovechándose propagandísticamente de las tragedias de la mujeres violadas como medios para sensibilizar a la población y poder conseguir así sus verdaderos fines. La sola alegación de haber sido víctima de una violación o, en el mejor de los casos, la sola denuncia policial no es más que un saludo a la bandera y una puerta abierta para acabar con vidas humanas consideradas ‘poco convenientes’ por algunos”, dijo Adriana Tudela en su espacio.

Por otra parte, tenemos lo siguiente:

“…el aborto es una realidad, pero el hecho de que sea una realidad no significa que el Estado deba legalizarlo, ¿o acaso los asesinatos, violaciones, secuestros y robos no son una realidad? Bajo la misma lógica ¿no deberían legalizarse también?”, dice FelipeTudela, también en Altavoz.

¡Wait! Salvo lo de "violaciones", ¿que un par de asaltantes en moto me encañonen y me quiten mi carro se compara con el forzamiento sexual por parte de un familiar de –digamos- una niña de 14 años que queda después del estupro fecundada? Lo primero se pasa con el tiempo, un diazepam, un par de tragos, una llamada al Seguro, unos trámites y ya. Lo segundo….no pues.

Lo demás, fueron estrambóticos argumentos legales, constitucionales, pomposas citas del tipo científico-yo-leo-ACIPrensa y ataques adhominem a organizaciones pro aborto por violación, entre ellas por cierto, un frente católico suponemos muy alejado de –por ejemplo- la Parroquia del Sodalicio de Camacho. Sin más, no dieron los buenos columnistas de Altavoz propuestas o alternativas. Cero idea. Cero creatividades. Mucha cerrazón, eso sí.


LA ZONA GRIS QUE UNE ANTES QUE SEPARA

Bien, en este ir y venir de dos polos, maniqueos seguramente para muchos; en esta contradanza –si se quiere- entre un conservadurismo e Iglesia muy de “ricos” y otra facción muy de “progres”, existe un matiz

Una niña que es violada y fecundada, digamos de doce o catorce años, ya se “murió”. Sí, ya la mataron. No tuvo –de ninguna manera- la oportunidad de una mujer de apellido compuesto que en la clínica Angloamericana tuvo que desistir de continuar con su alumbramiento. No, ella -la niña- tuvo que echar mano de unos billetes raídos, tomar nota del número telefónico impreso en un cartel pegado a un poste de luz al lado del Puente Alipio Ponce y dirigirse a un callejón del jirón Quilca o de Rufino Torrico. “Atrazo Menstrual” decía el anuncio. Sí, con “z”. Ella a escondidas. Soslayada. Encubierta, entre olor a pichi, aderezo, caca de gato y moho. Con los S/.500, va con ella la vergüenza de una violación y unos libros escolares a cuestas.

"PAREJAS REALES", CONGRESISTA EGUREN, UNO DE LOS LEGISLADORES QUE LE BAJARON EL DEDO A LA PROPUESTA. EL DE LA DERECHA, YA SABEMOS. FOTO: FACEBOOK (PÚBLICO).

A esa niña, a esa mujer menor de edad, simplemente las leyes, la sociedad, un determinado tramo religioso, una cultura “correctita” y bien vestida de Primera Comunión, terminaron por matarla y lo peor: es una chica que antes de estar jugando o estudiando, está muerta en vida. ¿El niño? Pues como ya andan las cosas, existe una alta probabilidad estadística de que sea rechazado por la familia que tuvo en mala suerte contar con este ataque certero. ¿Su destino? Con ventura un orfanato, con todos los bemoles que ello significa: mala educación, alimentación, más abuso sexual, un ecosistema también violento, lábil y finalmente, la calle. Si salimos un poco de nuestra “zona de confort”, de nuestro balneario, de nuestros restaurantes premium, de nuestro club privado, de nuestro San Isidro o Miraflores, ya sabemos dónde irá a parar este niño. Un muerto también, en vida.

Y es que para el buen Felipe Tudela, “La orfandad no es la peor condición humana”. ¡Y que lo selle en lacre con su anillo de familia! ¡vaya!

Sí señores Tudela, congresistas, Opus Dei, Sodalicio y demás: existe una muerte que no necesariamente es física o espiritual, para decirlo en osados términos teológicos que no es mi campo. Es emocional, social, económica y cultural.

A esa niña, a esa mujer menor de edad, simplemente las leyes, la sociedad, un determinado tramo religioso, una cultura “correctita” y bien vestida de Primera Comunión, terminaron por matarla y lo peor: es una chica que antes de estar jugando o estudiando, está muerta en vida.

Entonces, de qué se trata todo esto y disculpen el facilismo. En un contexto, donde a nivel global y según Amnistía Internacional una de cada diez niñas menores de 18 años ha sido forzada a tener relaciones o a realizar actos sexuales y el 40% de las mujeres en edad de engendrar vive en países donde el aborto está prohibido, está restringido o no es accesible, éste en caso de violación también compromete la vida de dos seres. Uno, por ser una menor de edad en un alto porcentaje como ya vimos (o mayor de edad también), el otro por venir al mundo con todas las hostilidades en contra. En este tipo de aborto, ¡si hay que escoger entre estar vivo o muerto! ¡Si existe una situación límite! Tanto como en el aborto terapéutico.

¿No es entonces tan válida la tesis de la interrupción terapéutica con la del aborto por violación? Ambos modelos, tratan de distinguir entre la posibilidad de vivir de dos seres. Uno, no invalida al otro. Uno, no se enfrenta al otro. Porque –repetimos- la muerte no sólo es física.

                                                                ***

Y no voy a desarrollar este texto en base a mi catolicismo practicante. Ello, sería tan osado, jactancioso, cojudo y fuera de tono como la Marcha por la Vida. Pero sí afirmo –con derecho- que me da una bronca brutal, una rabia hasta el hartazgo, que me muerdo los dientes y que me molesta como tener un tábano entre las orejas el desamparo –ante los ojos de mi Iglesia y mi sociedad- de miles de niñas y mujeres ante esta bajada de dedo de la iniciativa desde el Poder Legisltativo

[Congresista Verónika Mendoza, le dijo sí a la iniciativa y con no poca bronca. Foto: Twitter]


No obstante, sí voy a decir que soy tío de dos sobrinas adolescentes que gracias a Dios no viven en este país y ciudad barroca anclada en un siglo XVIII de condesitos, marqueses, tapadas y obispos truhanes y bully; de una sobrina que lleva nueve años y de dos más, que ya están terminando la universidad. Además de las hijas de mis primas, primos, amigas y amigos.

Me muero de miedo. Más allá de ello, de pavor. Pensar que una situación de terror que trató de combatir la propuesta de la despenalización del aborto por violación, las alcance a ellas. Ese desamparo, es de lejos una ineptitud e incapacidad enormes de conocer la realidad. En suma, pedazo de guarrada lo que hicieron en el Congreso.

Los que le bajaron el dedo hoy en el Poder Legislativo a esta iniciativa ciudadana, a saber Octavio Salazar, Julio Rosas, Juan Díaz Dios, Mariano Portugal, Cecilia Chacón y Juan Carlos Eguren tendrán que responder por los crímenes que apañan tras el callejón aludido, y por los que vendrán. 

No odio a estos personajes, sólo repetiré lo que José Carlos Yrigoyen Miro Quesada escribió en su red social a propósito de ellos: “Esos nombres están, desde hoy, en el basurero de la Historia”.

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[Foto de portada: Yournewswire (pública)]


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